En las personas afectadas por el virus del VIH-SIDA se dan una serie de efectos psicológicos inherentes a una enfermedad caracterizada por su fuerte componente amenazante para la vida del individuo y también los efectos negativos propios del estigma social y del rechazo que, lamentablemente, aún siguen persistiendo en nuestra sociedad frente a esta dolencia.

 

La intervención psicológica contempla tanto la atención de trastornos de la ansiedad y/o del estado del ánimo que se pudieran dar tras el diagnóstico de la infección; pasando por el acompañamiento a lo largo de todo el desarrollo de la enfermedad, o fallecimiento de la persona, si el pronóstico y evolución resultan negativos; así como el afrontamiento e integración en el mundo sociolaboral, si la enfermedad así lo permite.

 

Al mismo tiempo  se evalúa e interviene sobre otros trastornos o problemáticas que se puedan dar en el núcleo familiar del paciente, tales como alcoholismo, consumo de drogas, malos tratos, problemas relacionados con la inmigración, situaciones de exclusión social, etc., los cuales pudieran ser determinantes en la evolución del VIH-SIDA, si no se interviniera sobre ellos.